top of page

izquierda huérfana

5 de marzo de 2014.
 
 

Hace exactamente un año, la izquierda latinoamericana quedó huérfana de comandante. La muerte del mayor líder del “socialismo del siglo XXI” desequilibró por completo este movimiento a nivel del subcontinente, dejando huellas profundas en una Venezuela dividida y en crisis.

 

El gran problema de los caudillos latinoamericanos es que constituyen movimientos en primera persona, no ideologías de carácter universal. Es decir, más allá del “socialismo” existen el “chavismo” y el “uribismo”, por ejemplo. E igual que ocurrió con el peronismo en Argentina, el chavismo sin Chávez no puede existir.

 

Bien dice el refrán que “no hay muerto malo”. Antes de morir ya Chávez era una suerte de mito, condición que se acentuó luego de su fallecimiento el 5 de marzo de 2013. Pero dejando a un lado las adulaciones naturales que trae consigo un evento como éste, hay que reconocer que el ex presidente venezolano tenía un carisma inigualable, unas habilidades discursivas admirables y una capacidad de liderazgo que América Latina no había visto, quizá, desde el mismo Bolívar.

 

Para el momento en que Chávez murió, ya Venezuela padecía una tremenda crisis institucional. Había inconformidades sociales y económicas, y una escasez de alimentos, que se iban cocinando en una olla que terminaría por explotar. El triunfo de Nicolás Maduro el 14 de abril del año pasado es más un triunfo de Chávez, quien, igual que El Cid Campeador, ganó la batalla estando muerto. Sin embargo, esa nueva conquista del “socialismo del siglo XXI” fue al mismo tiempo una derrota para los venezolanos. A Maduro, aquella chaqueta tricolor, tan escandalosa como pasada de moda, le quedó grande – más metafórica que literalmente.

 

La captura de Leopoldo López, el corte de la señal de NTN 24, el hecho de que a los periódicos se les impida importar papel y que a los estudiantes protestantes se les calle, son acciones no muy lejanas a las que se llevaron a cabo en el gobierno de Mussolili. En palabras de Héctor Abad Faciolince: "¿Por el hecho de que los uniformes sean rojos, son menos fascistas que los negros?". El día en que además de la comida y los productos de aseo escasee la información no está muy lejos. Y esto constituirá la consumación de Venezuela como un país fascista.

 

Lo más triste de todo es que los gobiernos latinoamericanos permanecen callados. Ni siquiera los organismos multilaterales, creados supuestamente para defender las democracias, se pronuncian ante la opresión del pueblo venezolano. Los muertos por causas políticas parecen importar más en Twitter y en Facebook que en la OEA, en la CELAC y en UNASUR. Una vez muerto Chávez, Maduro ha tomado el mando de un país que se derrumba poco a poco. Y que, políticamente, se encuentra abandonado.

 

bottom of page