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ESCEPTICISMO ELECTORAL

(Ejercicio para el curso de Géneros Periodísticos de Opinión).

 

La conciencia política es una forma del pensamiento que se adquiere con los años. En muchos casos, no termina de desarrollarse o, siquiera, de adquirirse. En lo personal, creo que estoy aún en el proceso. Son ya varios cuatrienios en los que las frases que escucho alrededor de las labores del gobierno son del tipo "todos son iguales", "no sirven para nada" y otras por el estilo. Por supuesto varían, pero más en forma que en esencia. Y, a mi parecer, es parte de aprender a pensar en términos políticos hacerse la inevitable pregunta de si la gente tiene razón. 
 

A veces, la democracia se parece un poco a esas criaturas fantásticas en que un día dejamos de creer. “Un abuso de la estadística”, en palabras de Borges. Llega un tiempo en que parece que no importa el partido, la ideología o la persona que elijamos, todo va a permanecer igual. Pareciera que las cosas siguen su curso con absoluta independencia de nosotros y de los otros. 

 

El próximo 25 de mayo se celebran en Europa las elecciones al Parlamento Europeo y en Colombia, las elecciones presidenciales. Esta casualidad democrática, y las manifestaciones de la opinión pública tanto aquí como allá, me tienen pensando hace algunos días acerca del por qué del escepticismo electoral extendido, acerca del porqué, de ambos lados del Atlántico, el cambio parece un imposible y todo acto de sufragio resulta inútil. Según encuestas a cargo de El País de España, el 23,8% de las personas consultadas aquí se abstendrá de votar y el 20.6% no sabe si lo hará. Esto supone alrededor de un 40% de abstencionismo. Por otro lado, según la revista Semana, en Colombia dejarán de asistir a las urnas alrededor del 50% de los votantes habilitados y en las encuestas, en tercer lugar, con un 23%, está el voto en blanco, que desde el fallo C-490 de la Corte Constitucional en 2011 no tiene ningún sentido. Pero este artículo no es ningún Ensayo Sobre la Lucidez ni yo soy José Saramago, de modo que ésa, la del voto en blanco, es otra discusión. El punto es ¿por qué tal abstencionismo? ¿Dejamos, ya, de creer en la democracia?

 

Lo más curioso, sin embargo, es que seguimos eligiendo a los mismos. En Colombia, Santos o Zuluaga; en España, el PP y el PSOE. En Colombia, por esta época, se puso de modo destapar escándalos de los candidatos, especialmente los pertenecientes a aquellas tendencias y partidos que tantas quejas han generado. ¿Estamos ciegos ante lo evidente? ¿o qué clase de estrategia política se esconde tras todo esto? En Europa, una de las discusiones más interesantes versa sobre el sentido del que tiene o del que carece la Unión Europea. Desde afuera uno opinaría que los solos beneficios que trae consigo la unificación de la moneda ya suponen un sentido importante. Pero más allá del provecho económico que implica la existencia de este conglomerado de naciones, sus habitantes esperan garantías sociales y políticas iguales para todos, y mientras primen los intereses nacionales sobre los continentales, no hay certeza de que éstas sean posibles. ¿Es por eso que la gente no vota?, ¿porque no cree en la Unión Europea?

 

La política no es, de ninguna manera, mi campo de experticia. Aquí simplemente escribo las preguntas y reflexiones que me planteo en medio del proceso de adquisición de conciencia política. Lo que percibo, pues, es que esa suerte de escepticismo electoral se ha extendido cual plaga egipcia, y que quienes votan, votan por los de siempre. En mi país el refrán de “es mejor malo conocido que bueno por conocer” permea el la esfera gubernamental y esto, a mi parecer, raya un poco con el absurdo. Si hay cosas que ya no funcionan, ¿por qué no darles el chance a nuevas opciones? Hace cuatro años resultó segundo en las elecciones de mi país Antanas Mockus; un matemático de ascendencia lituana cuya prioridad, más allá de acabar con la guerrilla, era la de promover la educación. Esto hace 20 años hubiera sido impensable, pero en 2010 fue posible. Fue posible hacer que la segunda fuerza electoral del país fuera una opción diferente. El nuestro – colombiano- y el suyo –europeo- es un sistema electoral de carácter democrático. Aprovechémoslo, entonces. Creamos. Elijamos, ojalá no guiados por el miedo. Y, sobre todo, votemos. 

 

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